Con paneles solares, llevan electricidad a la Sierra Gorda de Querétaro
Texto y foto: Antimio Cruz
En México, 27 millones de personas todavía iluminan y calientan sus hogares con leña, velas y pilas. En pleno siglo XXI, estas familias tienen que dedicar el 40 % de su ingreso a comprar fuentes de energía que se extinguen en pocas horas porque sería muy caro conectarlos con la red general de electricidad. Las cifras fueron colectadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Es casi la cuarta parte de las familias del país, quienes habitan en poco más de 30 mil caseríos rurales. Aunque desde el año 2000 existe un robusto plan para aprovechar la energía solar en el encendido de bombas de riego en campos agrícolas, apenas este año se puso en marcha el primer proyecto piloto para iluminar casas de regiones apartadas con paneles solares individuales. 10 mil personas de la Sierra Gorda de Querétaro pueden beneficiarse de este experimento, encabezado por la compañía alemana Siemens y el gobierno estatal, el cual presentará sus primeros resultados este mes.
El rojo inconfundible de la madera que arde ilumina, desde las tres de la mañana, cientos de caseríos en la Sierra Gorda de Querétaro. Es aquí, en las comunidades rurales que están dispersas por todo el nudo topográfico que separa a los estados de Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, donde se ha puesto en marcha un experimento tecnológico con profundas implicaciones sociales: hacer microsistemas fotovoltaicos, para que cada casa obtenga electricidad gracias al sol.
Todavía hoy, el rojo de los leños y las brazas que se mira a las tres de la mañana predomina entre estos hogares serranos que desean reducir a la mitad el gasto en velas, pilas y leña, que se come cuatro de cada diez pesos que ganan.
Son las familias más alejadas de la tecnología de punta y son el testimonio palpable de que es verdadero el dato de que en México todavía hay 27 millones de personas cuya fuente principal de energía doméstica es la leña, como documentó en 2005 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y posteriormente verificaron el Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), de la UNAM, y el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada A.C. (GIRA). Juntos elaboran un documento llamado Programa Para el Uso Sustentable de la Leña en México.
En esta región de la Sierra Gorda, hay poblados como el que se llama Medias Coloradas, donde sus habitantes son conocidos porque en la época de lluvias traen hasta las rodillas, pintado, el color rojizo del barro que deben pisar y hundir a lo largo de los ocho o diez kilómetros que los separan de la carretera. Están también comunidades como Adjuntas de gatos, donde los habitantes pueden pasar aislados más de un mes cuando crece el río e impide el tránsito.
Aquí en la Sierra, donde la neblina baja de noche y se desgarra en cuanto sale el sol, hay personas, como Mercedes Pérez Joaquín, de 85 años, que no saben que se puede sacar electricidad del sol, pero sí saben que cada vez gastan más dinero “para darle vuelta a una tortilla”.
“Se necesita una brazada de leña, que son como seis palitos, para echar una tortilla o calentar un cafecito. Hay que usar todos los palitos y hasta las basuritas (ramas delgadas)”, dice esta madre y abuela de cabellos trenzados y piel enrojecida, que habita en la comunidad de San José Catiteo.
Así, mientras le va metiendo leños a su estufa, construida con tabiques, cemento, comales de metal y una chimenea de aluminio que saca el humo fuera de la troje donde tiene su estufa, doña Mercedes explica porqué la lumbre se prende desde la madrugada, en todas las casas de la Sierra..
“Pues es para el café de los señores, que luego se van para Jalpan, a buscar alguna faena”, dice mientras desplaza la mirada desde el hueco donde se van metiendo los leños, hasta su única cuchara de madera, con la que mueve el café de una olla de barro.
“Yo compro 2 ó 3 cargas de leña para 8 días. De a 50 pesos la carga. Eso nos sirve para seis personas cada semana. Cada carga tiene 30 palitos”, añade la señora Pérez Joaquín.
Doña Mercedes conoce la luz eléctrica, pero nunca la ha visto en su propia casa. No sabe si le va a gustar tanta luminosidad en las madrugadas, no sabe tampoco cómo funcionan a esas horas con energía del sol, pero ya le dijeron que el dinero le rendirá más y eso le importa mucho.
“A nosotros siempre nos falta el dinero. Igual cuando juimos niños, igual ora que somos viejos”, dice mientras voltea una tortilla pintada de la luz roja de los leños que se queman.
La promesa de la luz blanca
Las comunidades de Adjuntitas y Adjuntitas Dos están entre las primeras que participan en un experimento público-privado que entre julio y agosto de 2011 colocará un conjunto de 192 paneles solares para generar electricidad en poblados aislados del estado de Querétaro, en nueve comunidades de difícil acceso en la Sierra Gorda. El gobierno estatal y la compañía alemana Siemens absorberán el costo de cada equipo, que ronda los 10 mil pesos.
Los paneles solares para casas serán los primeros equipos entregados dentro de un programa más amplio llamado Luz Cerca de Todos, con el cual se pretende llevar energía eléctrica a 10 mil habitantes de comunidades que están fuera de las mayores redes de abasto o de energía. El 2 % de la población de Querétaro carece de energía eléctrica de la red normal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de acuerdo con información del gobierno estatal.
En Adjuntitas Dos, Artemio Juárez, de 52 años, invita a pasar a su casa para presumir la luz eléctrica que tiene desde mediados de julio. Viene bajando del cerro, con una hoz en la mano, y con el jadeo que le provoca bajar una pendiente de casi 400 metros de altura, equivalentes a dos veces la altura de la Torre Latinoamericana.
“Se lo voy a decir con claridad porque ya le eché cuentas. Me puse a juntar todo el dinero que me gastaba en pilas y velas y con eso me alcanzó para contratar una semana a un peón, para que me ayude en la milpa, pagándole 100 pesos por día. Por eso digo que estábamos hablando de un chingo de dinero”, comenta este hombre, padre de siete varones y tres mujeres.
Don Artemio trabaja su milpa para tener maíz de autoconsumo, hace trabajo de construcción de casas, cuando hay, y si llega a tener dinero extra compra chivos, por los que paga 15 pesos por kilo y, después de engordarlos pastando varias semanas en el cerro, los vende a 18 pesos el kilo. De cada chivo saca menos de 150 pesos. También tiene puercos y busca por todos lados cómo hacerse de ingreso.
“Mis cuatro hijos mayores ya se fueron a Querétaro a trabajar, pero cada fin de semana viene uno diferente a ayudarme en el campo. Ahora que tenemos el servicio (de electricidad) lo que quisiéramos es construir un cuarto y poner una computadora para toda la comunidad y así que estudien los niños aquí, para que si se quedan que nos puedan ayudar un poco más y si se van a la ciudad, que no lleguen tan perdidos, sólo sabiendo moler o barbechar, que allá no les sirve de nada”, agrega el campesino queretano.
Los equipos fotovoltaicos que se han instalado fueron diseñados específicamente para este proyecto por Siemens. Consisten en un panel o foto-celda solar de 40 por 60 centímetros, un poste, una batería de ciclo profundo –con vida más larga que las de un automóvil-, cables directos de 12 volts para cuatro focos y un inversor de corriente para conectar equipos de 127 volts.
“Cada equipo permitiría encender al mismo tiempo, cuatro focos ahorradores por cuatro horas, un radio pequeño por dos horas, un cargador de celular por dos horas y una televisión pequeña por dos horas. Si no se prenden otros aparatos los focos pueden durar muchas horas más, pero si se conecta una plancha, en siete minutos consume la energía de toda la casa para una noche”, explica el ingeniero José Hernández Martínez, gerente de proyecto, de Siemens, mientras maneja por caminos de lodo, lajas y barro rojizo, a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Los equipos de energía fotovoltaica o equipos que convierten la energía solar en electricidad han sido usados desde hace más de una década en comunidades rurales de México, pero principalmente se les utiliza para activar equipos de trabajo, como plantas de bombeo de agua o equipos de riego en parcelas apartadas de la red eléctrica convencional. Lo innovador de este proyecto es que los equipos estarán instalados en zonas habitacionales y la energía tendrá uso en labores domésticas.
“Aquí en la casa teníamos que comprar un paquete de velas cada 3 días, con 16 velas. Cada paquete vale 25 pesos. Y yo tengo el fogón con leña para cocinar las cosas grandes, como el nixtamal y el frijol y la carne, pero tengo una estufa de gas que casi no uso para que me dure dos o tres meses el tanque porque nos lo venden en 250 pesos y luego hay que traerlo en carro cerca, que cuesta otros 250 pesos y luego bajarlo en carretilla”, cuenta Lucía Cruz Benítez, también habitante de Adjuntitas Dos.
Arturo Delgado Contreras, coordinador de mercadotecnia en Siemens cuenta que muchos de los equipos han sido llevados a las comunidades en lomo de burro y que los animales de carga van abriendo brecha para llegar hasta las comunidades.
“Algo que observamos es que en algunos lugares sí hay señal para teléfono celular, pero como no había electricidad, mandaban a niños que caminaban varios kilómetros para llegar a una tienda y recargar las pilas de todos los teléfonos de la comunidad. Esto tiene su parte anecdótica, pero las cantidades que les cobraban por cargar las pilas de celulares eran muy onerosas para estos pobladores”, dice Delgado.
Nación de madera
Los investigadores Omar Masera Cerutti, del CIEco, de la UNAM, y por Rodolfo Díaz y Víctor Berrueta, de GIRA, han documentado que en México, el mayor uso de la leña se concentra en los hogares rurales y semi-urbanos. Según sus datos, la leña es todavía el principal combustible residencial en el país, ya que suministra aproximadamente el 40% de energía total utilizada. Asimismo, aporta el 80% de la energía usada en los hogares rurales
Estos datos son sólo una primera pieza de un estudio mayor, en el que intentan definir cuáles son las regiones del país donde se extrae más madera con fines energéticos y cuáles son los patrones de aprovechamiento.
“Los patrones de uso de la leña y sus impactos asociados son muy heterogéneos. Una primera agrupación de estos patrones de uso a nivel estatal muestra que existen 12 estados con un elevado consumo de leña”, indica el estudio que es acompañado por un mapa donde se observa que estados como Veracruz, Hidalgo, Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Campeche y Querétaro tienen una alta dependencia de la madera como biocombustible.
Agrupar estos patrones de consumo por municipio llevó al investigador Omar Masera a concluir que existen aproximadamente 240 municipios donde el uso de la leña ya es o puede volverse un problema.
“Estos municipios concentran el 10 % del total de municipios del país, pero concentran a 21 % de la población total usuaria de leña”, detalló Masera, quien fue uno de los mexicanos que compartió en 2008 el Premio Nobel de la Paz, como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
El documento conjunto de la UNAM y GIRA subraya que estos 240 municipios deben ser considerados como de alta prioridad para impulsar un sistema de aprovechamiento sustentable de la madera y el carbón, por ejemplo, con la instalación de la tecnología mexicana llamada Estufa Chiantli. Esta tecnología reduce hasta en 75 % el consumo de madera, en comparación con los fogones a cielo abierto y podrían aprovechar, como beneficio secundario, el calor liberado por las chimeneas como calentador de agua.
Los investigadores trabajan para proponer otras opciones tecnológicas que permitan hacer más eficiente el uso de leña y carbón, pues la FAO estima que para el año 2030 el número de personas que usa esta fuente de energía será superior a los 3 mil millones de hombres y mujeres.
Cosechando sol
En diferentes partes del mundo, científicos estudian nuevos materiales semiconductores para hacer más barata la conversión de rayos solares en electricidad. Este es un campo de gran interés para México porque permitiría aprovechar mejor los 5 mil watts por metro cuadrado de insolación diaria que recibe el País, que es una de las más altas del mundo.
A pesar de ese alto potencial para aprovechar la energía fotovoltaica, es decir, electricidad extraída de los rayos solares, en México sólo el 0.03 por ciento de la capacidad de generación eléctrica registrada en el Sistema Eléctrico Nacional corresponde a esa fuente de energía.
A lo largo de la última década, investigadores mexicanos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y del Centro de Investigación en Energía (CIE) de la UNAM han señalado que el principal obstáculo para que esta opción energética se generalice es que su precio es entre tres y cuatro veces superior al de la electricidad obtenida por otros medios. Sin embargo, el proyecto de llevar electricidad a comunidades aisladas, en el que se utilizará tecnología alemana de Siemens, busca integrar a esos poblados, partiendo de la idea de que sería mucho más caro hacer tendidos elécricos hasta esos caseríos.
Hasta ahora, se estima que hay 65 mil equipos en todo el país generando este tipo de fuente de energía, pero se trata principalmente de escuelas, hospitales y bombas de extracción de agua en campos agrícolas. Pocos son los hogares que se benefician de esta tecnología y viven una realidad energética muy atrasada porque es casi imposible conectarlos a la red de la Comisión Federal de Electricidad.
De acuerdo con la página web de la Secretaría de Energía, la energía fotovoltaica utilizada en México asciende a entre 13 y 15 mega watts, una pequeña parte de los 38 mil 518 mega watts que se producen en total en todo el país y que son aportados por termoeléctricas, carboeléctricas, hidroeléctricas, nucleoeléctricas, y energía eólica.
A pesar de las dificultades, de acuerdo con la Comisión Nacional de Ahorro de Energía (Conae), la demanda de electricidad solar ha crecido a un ritmo de 9.3 por ciento anual desde 1993, debido a la dificultad para llevar a poblaciones de difícil acceso las redes de energía eléctrica convencional, además de los problemas que provocan las fluctuaciones en los precios de los hidrocarburos, cuyo consumo es necesario para generar energía en las termoeléctricas.
En México todavía existen millones de personas, dispersas en 87 mil comunidades, que no cuentan con energía eléctrica y para las cuales la energía fotovoltaica es una alternativa para algunos servicios básicos. Existen programas de financiamiento del Banco Mundial y los gobiernos federal y municipales para llevar energía a las zonas más aisladas, pero el uso puede extenderse mucho más, incluso en zonas urbanas, con un esfuerzo combinado de nuevas investigaciones y mayor demanda.
Aislados por ser pocos
La Sierra Gorda es una contrastante región orográfica de 5 mil kilómetros cuadrados localizada en la zona oriental del estado de Querétaro, en los terrenos que colindan con los estados de Hidalgo y de San Luis Potosí. Es singular porque en su territorio se pueden encontrar zonas desérticas, a una altura de mil 300 metros sobre el nivel del mar, pero también se encuentran en el mismo lugar regiones montañosas con bosques de pino y encino, las cuales se elevan hasta 3 mil metros sobre el nivel del mar.
Los accesos son difíciles porque abundan las cañadas, barrancas y laderas. Se estima que esta región se formó por las lentas pero poderosas presiones de las placas que formaron la Sierra Madre Oriental. En sus diferentes nichos se han asentado numerosas familias desde hace miles de años. La momia más antigua de México, que corresponde a un bebé envuelto en petates y enterrado en una cueva , fue localizada en la Sierra Gorda hace una década y tiene 2 mil 300 años de antigüedad.
En su primera fase, el programa Luz para todos beneficiará a los pobladores de las comunidades llamadas Medias coloradas, en el municipio de San Joaquín; El Torno, Adjuntitas, La Luz, La Honda, El Hortelano y El Carmen, ubicadas en el municipio de Cadereyta; así como Adjuntas de Gatos y Llano de San Francisco, en el municipio de Pinal de Amoles.
En México, 27 millones de personas todavía iluminan y calientan sus hogares con leña, velas y pilas. En pleno siglo XXI, estas familias tienen que dedicar el 40 % de su ingreso a comprar fuentes de energía que se extinguen en pocas horas porque sería muy caro conectarlos con la red general de electricidad. Las cifras fueron colectadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Es casi la cuarta parte de las familias del país, quienes habitan en poco más de 30 mil caseríos rurales. Aunque desde el año 2000 existe un robusto plan para aprovechar la energía solar en el encendido de bombas de riego en campos agrícolas, apenas este año se puso en marcha el primer proyecto piloto para iluminar casas de regiones apartadas con paneles solares individuales. 10 mil personas de la Sierra Gorda de Querétaro pueden beneficiarse de este experimento, encabezado por la compañía alemana Siemens y el gobierno estatal, el cual presentará sus primeros resultados este mes.
El rojo inconfundible de la madera que arde ilumina, desde las tres de la mañana, cientos de caseríos en la Sierra Gorda de Querétaro. Es aquí, en las comunidades rurales que están dispersas por todo el nudo topográfico que separa a los estados de Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, donde se ha puesto en marcha un experimento tecnológico con profundas implicaciones sociales: hacer microsistemas fotovoltaicos, para que cada casa obtenga electricidad gracias al sol.
Todavía hoy, el rojo de los leños y las brazas que se mira a las tres de la mañana predomina entre estos hogares serranos que desean reducir a la mitad el gasto en velas, pilas y leña, que se come cuatro de cada diez pesos que ganan.
Son las familias más alejadas de la tecnología de punta y son el testimonio palpable de que es verdadero el dato de que en México todavía hay 27 millones de personas cuya fuente principal de energía doméstica es la leña, como documentó en 2005 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y posteriormente verificaron el Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), de la UNAM, y el Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada A.C. (GIRA). Juntos elaboran un documento llamado Programa Para el Uso Sustentable de la Leña en México.
En esta región de la Sierra Gorda, hay poblados como el que se llama Medias Coloradas, donde sus habitantes son conocidos porque en la época de lluvias traen hasta las rodillas, pintado, el color rojizo del barro que deben pisar y hundir a lo largo de los ocho o diez kilómetros que los separan de la carretera. Están también comunidades como Adjuntas de gatos, donde los habitantes pueden pasar aislados más de un mes cuando crece el río e impide el tránsito.
Aquí en la Sierra, donde la neblina baja de noche y se desgarra en cuanto sale el sol, hay personas, como Mercedes Pérez Joaquín, de 85 años, que no saben que se puede sacar electricidad del sol, pero sí saben que cada vez gastan más dinero “para darle vuelta a una tortilla”.
“Se necesita una brazada de leña, que son como seis palitos, para echar una tortilla o calentar un cafecito. Hay que usar todos los palitos y hasta las basuritas (ramas delgadas)”, dice esta madre y abuela de cabellos trenzados y piel enrojecida, que habita en la comunidad de San José Catiteo.
Así, mientras le va metiendo leños a su estufa, construida con tabiques, cemento, comales de metal y una chimenea de aluminio que saca el humo fuera de la troje donde tiene su estufa, doña Mercedes explica porqué la lumbre se prende desde la madrugada, en todas las casas de la Sierra..
“Pues es para el café de los señores, que luego se van para Jalpan, a buscar alguna faena”, dice mientras desplaza la mirada desde el hueco donde se van metiendo los leños, hasta su única cuchara de madera, con la que mueve el café de una olla de barro.
“Yo compro 2 ó 3 cargas de leña para 8 días. De a 50 pesos la carga. Eso nos sirve para seis personas cada semana. Cada carga tiene 30 palitos”, añade la señora Pérez Joaquín.
Doña Mercedes conoce la luz eléctrica, pero nunca la ha visto en su propia casa. No sabe si le va a gustar tanta luminosidad en las madrugadas, no sabe tampoco cómo funcionan a esas horas con energía del sol, pero ya le dijeron que el dinero le rendirá más y eso le importa mucho.
“A nosotros siempre nos falta el dinero. Igual cuando juimos niños, igual ora que somos viejos”, dice mientras voltea una tortilla pintada de la luz roja de los leños que se queman.
La promesa de la luz blanca
Las comunidades de Adjuntitas y Adjuntitas Dos están entre las primeras que participan en un experimento público-privado que entre julio y agosto de 2011 colocará un conjunto de 192 paneles solares para generar electricidad en poblados aislados del estado de Querétaro, en nueve comunidades de difícil acceso en la Sierra Gorda. El gobierno estatal y la compañía alemana Siemens absorberán el costo de cada equipo, que ronda los 10 mil pesos.
Los paneles solares para casas serán los primeros equipos entregados dentro de un programa más amplio llamado Luz Cerca de Todos, con el cual se pretende llevar energía eléctrica a 10 mil habitantes de comunidades que están fuera de las mayores redes de abasto o de energía. El 2 % de la población de Querétaro carece de energía eléctrica de la red normal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de acuerdo con información del gobierno estatal.
En Adjuntitas Dos, Artemio Juárez, de 52 años, invita a pasar a su casa para presumir la luz eléctrica que tiene desde mediados de julio. Viene bajando del cerro, con una hoz en la mano, y con el jadeo que le provoca bajar una pendiente de casi 400 metros de altura, equivalentes a dos veces la altura de la Torre Latinoamericana.
“Se lo voy a decir con claridad porque ya le eché cuentas. Me puse a juntar todo el dinero que me gastaba en pilas y velas y con eso me alcanzó para contratar una semana a un peón, para que me ayude en la milpa, pagándole 100 pesos por día. Por eso digo que estábamos hablando de un chingo de dinero”, comenta este hombre, padre de siete varones y tres mujeres.
Don Artemio trabaja su milpa para tener maíz de autoconsumo, hace trabajo de construcción de casas, cuando hay, y si llega a tener dinero extra compra chivos, por los que paga 15 pesos por kilo y, después de engordarlos pastando varias semanas en el cerro, los vende a 18 pesos el kilo. De cada chivo saca menos de 150 pesos. También tiene puercos y busca por todos lados cómo hacerse de ingreso.
“Mis cuatro hijos mayores ya se fueron a Querétaro a trabajar, pero cada fin de semana viene uno diferente a ayudarme en el campo. Ahora que tenemos el servicio (de electricidad) lo que quisiéramos es construir un cuarto y poner una computadora para toda la comunidad y así que estudien los niños aquí, para que si se quedan que nos puedan ayudar un poco más y si se van a la ciudad, que no lleguen tan perdidos, sólo sabiendo moler o barbechar, que allá no les sirve de nada”, agrega el campesino queretano.
Los equipos fotovoltaicos que se han instalado fueron diseñados específicamente para este proyecto por Siemens. Consisten en un panel o foto-celda solar de 40 por 60 centímetros, un poste, una batería de ciclo profundo –con vida más larga que las de un automóvil-, cables directos de 12 volts para cuatro focos y un inversor de corriente para conectar equipos de 127 volts.
“Cada equipo permitiría encender al mismo tiempo, cuatro focos ahorradores por cuatro horas, un radio pequeño por dos horas, un cargador de celular por dos horas y una televisión pequeña por dos horas. Si no se prenden otros aparatos los focos pueden durar muchas horas más, pero si se conecta una plancha, en siete minutos consume la energía de toda la casa para una noche”, explica el ingeniero José Hernández Martínez, gerente de proyecto, de Siemens, mientras maneja por caminos de lodo, lajas y barro rojizo, a tres mil metros de altura sobre el nivel del mar.
Los equipos de energía fotovoltaica o equipos que convierten la energía solar en electricidad han sido usados desde hace más de una década en comunidades rurales de México, pero principalmente se les utiliza para activar equipos de trabajo, como plantas de bombeo de agua o equipos de riego en parcelas apartadas de la red eléctrica convencional. Lo innovador de este proyecto es que los equipos estarán instalados en zonas habitacionales y la energía tendrá uso en labores domésticas.
“Aquí en la casa teníamos que comprar un paquete de velas cada 3 días, con 16 velas. Cada paquete vale 25 pesos. Y yo tengo el fogón con leña para cocinar las cosas grandes, como el nixtamal y el frijol y la carne, pero tengo una estufa de gas que casi no uso para que me dure dos o tres meses el tanque porque nos lo venden en 250 pesos y luego hay que traerlo en carro cerca, que cuesta otros 250 pesos y luego bajarlo en carretilla”, cuenta Lucía Cruz Benítez, también habitante de Adjuntitas Dos.
Arturo Delgado Contreras, coordinador de mercadotecnia en Siemens cuenta que muchos de los equipos han sido llevados a las comunidades en lomo de burro y que los animales de carga van abriendo brecha para llegar hasta las comunidades.
“Algo que observamos es que en algunos lugares sí hay señal para teléfono celular, pero como no había electricidad, mandaban a niños que caminaban varios kilómetros para llegar a una tienda y recargar las pilas de todos los teléfonos de la comunidad. Esto tiene su parte anecdótica, pero las cantidades que les cobraban por cargar las pilas de celulares eran muy onerosas para estos pobladores”, dice Delgado.
Nación de madera
Los investigadores Omar Masera Cerutti, del CIEco, de la UNAM, y por Rodolfo Díaz y Víctor Berrueta, de GIRA, han documentado que en México, el mayor uso de la leña se concentra en los hogares rurales y semi-urbanos. Según sus datos, la leña es todavía el principal combustible residencial en el país, ya que suministra aproximadamente el 40% de energía total utilizada. Asimismo, aporta el 80% de la energía usada en los hogares rurales
Estos datos son sólo una primera pieza de un estudio mayor, en el que intentan definir cuáles son las regiones del país donde se extrae más madera con fines energéticos y cuáles son los patrones de aprovechamiento.
“Los patrones de uso de la leña y sus impactos asociados son muy heterogéneos. Una primera agrupación de estos patrones de uso a nivel estatal muestra que existen 12 estados con un elevado consumo de leña”, indica el estudio que es acompañado por un mapa donde se observa que estados como Veracruz, Hidalgo, Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Campeche y Querétaro tienen una alta dependencia de la madera como biocombustible.
Agrupar estos patrones de consumo por municipio llevó al investigador Omar Masera a concluir que existen aproximadamente 240 municipios donde el uso de la leña ya es o puede volverse un problema.
“Estos municipios concentran el 10 % del total de municipios del país, pero concentran a 21 % de la población total usuaria de leña”, detalló Masera, quien fue uno de los mexicanos que compartió en 2008 el Premio Nobel de la Paz, como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
El documento conjunto de la UNAM y GIRA subraya que estos 240 municipios deben ser considerados como de alta prioridad para impulsar un sistema de aprovechamiento sustentable de la madera y el carbón, por ejemplo, con la instalación de la tecnología mexicana llamada Estufa Chiantli. Esta tecnología reduce hasta en 75 % el consumo de madera, en comparación con los fogones a cielo abierto y podrían aprovechar, como beneficio secundario, el calor liberado por las chimeneas como calentador de agua.
Los investigadores trabajan para proponer otras opciones tecnológicas que permitan hacer más eficiente el uso de leña y carbón, pues la FAO estima que para el año 2030 el número de personas que usa esta fuente de energía será superior a los 3 mil millones de hombres y mujeres.
Cosechando sol
En diferentes partes del mundo, científicos estudian nuevos materiales semiconductores para hacer más barata la conversión de rayos solares en electricidad. Este es un campo de gran interés para México porque permitiría aprovechar mejor los 5 mil watts por metro cuadrado de insolación diaria que recibe el País, que es una de las más altas del mundo.
A pesar de ese alto potencial para aprovechar la energía fotovoltaica, es decir, electricidad extraída de los rayos solares, en México sólo el 0.03 por ciento de la capacidad de generación eléctrica registrada en el Sistema Eléctrico Nacional corresponde a esa fuente de energía.
A lo largo de la última década, investigadores mexicanos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y del Centro de Investigación en Energía (CIE) de la UNAM han señalado que el principal obstáculo para que esta opción energética se generalice es que su precio es entre tres y cuatro veces superior al de la electricidad obtenida por otros medios. Sin embargo, el proyecto de llevar electricidad a comunidades aisladas, en el que se utilizará tecnología alemana de Siemens, busca integrar a esos poblados, partiendo de la idea de que sería mucho más caro hacer tendidos elécricos hasta esos caseríos.
Hasta ahora, se estima que hay 65 mil equipos en todo el país generando este tipo de fuente de energía, pero se trata principalmente de escuelas, hospitales y bombas de extracción de agua en campos agrícolas. Pocos son los hogares que se benefician de esta tecnología y viven una realidad energética muy atrasada porque es casi imposible conectarlos a la red de la Comisión Federal de Electricidad.
De acuerdo con la página web de la Secretaría de Energía, la energía fotovoltaica utilizada en México asciende a entre 13 y 15 mega watts, una pequeña parte de los 38 mil 518 mega watts que se producen en total en todo el país y que son aportados por termoeléctricas, carboeléctricas, hidroeléctricas, nucleoeléctricas, y energía eólica.
A pesar de las dificultades, de acuerdo con la Comisión Nacional de Ahorro de Energía (Conae), la demanda de electricidad solar ha crecido a un ritmo de 9.3 por ciento anual desde 1993, debido a la dificultad para llevar a poblaciones de difícil acceso las redes de energía eléctrica convencional, además de los problemas que provocan las fluctuaciones en los precios de los hidrocarburos, cuyo consumo es necesario para generar energía en las termoeléctricas.
En México todavía existen millones de personas, dispersas en 87 mil comunidades, que no cuentan con energía eléctrica y para las cuales la energía fotovoltaica es una alternativa para algunos servicios básicos. Existen programas de financiamiento del Banco Mundial y los gobiernos federal y municipales para llevar energía a las zonas más aisladas, pero el uso puede extenderse mucho más, incluso en zonas urbanas, con un esfuerzo combinado de nuevas investigaciones y mayor demanda.
Aislados por ser pocos
La Sierra Gorda es una contrastante región orográfica de 5 mil kilómetros cuadrados localizada en la zona oriental del estado de Querétaro, en los terrenos que colindan con los estados de Hidalgo y de San Luis Potosí. Es singular porque en su territorio se pueden encontrar zonas desérticas, a una altura de mil 300 metros sobre el nivel del mar, pero también se encuentran en el mismo lugar regiones montañosas con bosques de pino y encino, las cuales se elevan hasta 3 mil metros sobre el nivel del mar.
Los accesos son difíciles porque abundan las cañadas, barrancas y laderas. Se estima que esta región se formó por las lentas pero poderosas presiones de las placas que formaron la Sierra Madre Oriental. En sus diferentes nichos se han asentado numerosas familias desde hace miles de años. La momia más antigua de México, que corresponde a un bebé envuelto en petates y enterrado en una cueva , fue localizada en la Sierra Gorda hace una década y tiene 2 mil 300 años de antigüedad.
En su primera fase, el programa Luz para todos beneficiará a los pobladores de las comunidades llamadas Medias coloradas, en el municipio de San Joaquín; El Torno, Adjuntitas, La Luz, La Honda, El Hortelano y El Carmen, ubicadas en el municipio de Cadereyta; así como Adjuntas de Gatos y Llano de San Francisco, en el municipio de Pinal de Amoles.