Arqueólogos descubren ofrenda a Tláloc y edificios monumentales en la Sierra de Morelos
Texto: Comunicado oficial INAH Fotos: Mauricio Marat /INAH
Una ofrenda prehispánica dedicada a Tláloc, compuesta por una vasija con la efigie de esta deidad mesoamericana del agua, fue descubierta por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) en Chimalacatlán, un sitio arqueológico ubicado en la Sierra de Huautla, en Morelos, que se abrirá al público el próximo año.
El hallazgo se registró durante las labores de excavación y consolidación de basamentos prehispánicos que se hallan en la cima del Cerro del Venado; la oblación se compone de una vasija tipo Tláloc, es decir, que muestra las características de este numen como son las anteojeras y las bigoteras, así como por dos collares, uno con seis conchas y el otro con ocho cuentas de piedra verde.
El arqueólogo Luis César Rosas Hernández, encargado de los trabajos de la puesta en valor de este sitio precolombino, informó que la ofrenda a Tláloc podría tener más de dos mil años de antigüedad, y correspondería al periodo Clásico (100 a.C. – 700 d.C.); además hace suponer que el basamento prehispánico que se halla en la cúspide de esta elevación, estuvo destinado a la veneración de esta deidad.
El depósito, dijo, se exploró durante labores desarrolladas en el basamento del denominado Grupo C (60 m de largo y 15 m de alto) que se distribuye en la parte más alta del Cerro del Venado; ahí, en la edificación conocida como “El Picacho”, entre su fachada norte y unas trincheras que fueron habilitadas hace 100 años por los zapatistas durante la Revolución, se encontró una estructura adosada al templo rectangular que alguna vez coronó al edificio.
“Dentro de la estructura adosada al templo rectangular encontramos la ofrenda, cuyos collares que acompañan la vasija Tláloc están compuestos de elementos vinculados al mundo acuático, como las conchas y la piedra verde (serpentina). Aunque todavía es prematuro datar con exactitud este contexto, es claro que la veneración a Tláloc se dio a partir de la época Clásica, no antes”, abundó.
De hecho, la posición estratégica de Chimalacatlán, en los límites con el estado de Guerrero y bordeado por los diferentes afluentes del río Balsas (Nexapa, Chalma, Cuautla y Amacuzac), permitió a su antigua población dedicarse a la extracción y procesamiento de piedra verde, apreciada por las civilizaciones mesoamericanas como una gran joya.
Nueve años de trabajos en este asentamiento prehispánico —que se ubica al sur de Morelos, en el municipio de Tlaquitenango—, bajo la responsabilidad del arqueólogo Mario Córdova Tello, han permitido comprender que Chimalacatlán (que en náhuatl significa “Donde abundan los escudos de carrizo”) trasladaba productos a lo largo del hoy estado de Morelos hacia los territorios que actualmente ocupan las entidades de Guerrero, Puebla, Estado de México y la Cuenca de México.
Mario Córdova, delegado del INAH en Morelos, explicó que si bien la ocupación humana en la zona se remonta a 1,200 a.C. y hasta principios del siglo XVI, esto no significa una permanencia continua, por el contrario, durante más de dos mil años Chimalacatlán tuvo momentos de abandono y reocupaciones, por grupos de diferente filiación étnica.
“Las evidencias más tempranas que hemos ubicado en este sitio son de la época olmeca, es decir, del periodo Preclásico Medio, entre 800 y 500 a.C. Mientras que su cancha de juego de pelota, algunas figurillas y tipos cerámicos, muestran influencia vinculada al apogeo de Teotihuacan, en el Clásico (100 a.C. - 700 d.C.).
“Asimismo, en Chimalacatlán se han hallado piezas arqueológicas que muestran semejanza con materiales de Xochicalco, que corresponden al periodo Epiclásico (700 - 900 d.C.). Recientemente el arqueólogo Luis César Rosas Hernández también ha localizado cerámica del Posclásico (1300-1521 d.C.), lapso de influencia por parte de los mexicas en el centro de México”.
Parece ser que la zona arqueológica de Chimalacatlán se edificó desde la parte media de los cerros hacia la cúspide. En la sección central se han detectado unidades habitacionales, así como áreas de trabajo especializadas. En la parte alta se levantaron los edificios de carácter cívico-religioso, como templos, plazas y la cancha del juego de pelota.
“En el Cerro del Venado (donde estructuras monumentales se distribuyen sobre una superficie de 4 hectáreas), así como la aledaña Mesa del Venado, sus antiguos habitantes construyeron una serie de plataformas sobre la cuales edificaron palacios, calzadas, basamentos piramidales y templos. Toda esta área se hallaba en un proceso de construcción, pero hubo momentos de cambios drásticos, de manera que se vio interrumpido”, continuó Mario Córdova.
De acuerdo con el arqueólogo Luis César Rosas, en 2010 se trabajó en la restauración de la estructura denominada B1, que se compone de plataformas megalíticas de gran magnitud, mismas que se pueden ver desde la población cercana de Chimalacatlán. Las dimensiones de estos antiguos edificios —de 70 metros de largo y una altura promedio de 7 metros—, se alcanzaron mediante el uso de sillares o piedras rectangulares de tamaño considerable, en caso extremo, de 2.25 m por 50 cm de alto y 50 cm de grosor.
Asimismo, en la sección del sitio arqueológico conocida como Grupo C, además del hallazgo de la estructura adosada al templo rectangular y la ofrenda a Tláloc, se encontró otra estructura en forma de espiral, la cual mide casi 6 metros de diámetro y gran parte de sus cimientos fueron hechos con piedra roja.
Actualmente, los trabajos de puesta en valor de este sitio arqueológico, que se proyecta abrir a la visita pública el año entrante, se realizan a través del Programa de Empleo Temporal (PET), impulsado por la Secretaría de Desarrollo Social y el INAH, con la participación de 90 personas del poblado de Chimalacatlán.
Estas labores, añadió el arqueólogo Mario Córdova, tienen tres objetivos: restaurar las fachadas sur y oriente del denominado Conjunto C1, así como la sur de la estructura B1. En tanto que también se trabajará en el primer edificio del Grupo A, el cual tiene un patio, una estructura circular en su parte alta, y en su costado oriente tiene algunos túneles que posiblemente sirvieron como drenajes.
El delegado del INAH en Morelos hizo hincapié en que el aislamiento de este sitio que se halla dentro de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Huautla —dominada por la selva baja caducifolia—, lo convierte en un gran atractivo para la visita, de ahí que se prevé abrirlo formalmente en 2012.
No obstante, concluyó Córdova Tello, se planea generar un modelo que sea redituable a la comunidad, de forma que los pobladores conduzcan a los visitantes mediante el uso de animales de carga, como caballos o burros. En ese sentido, la infraestructura será básica, aunque existe toda una propuesta de circulación por el sitio.
“Tenemos que respetar el ecosistema de la Sierra de Huatla y empatarlo con el conocimiento de la zona arqueológica. Se trata de hacer compatible lo ambiental y lo monumental, con la participación de la comunidad”.
Una ofrenda prehispánica dedicada a Tláloc, compuesta por una vasija con la efigie de esta deidad mesoamericana del agua, fue descubierta por investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) en Chimalacatlán, un sitio arqueológico ubicado en la Sierra de Huautla, en Morelos, que se abrirá al público el próximo año.
El hallazgo se registró durante las labores de excavación y consolidación de basamentos prehispánicos que se hallan en la cima del Cerro del Venado; la oblación se compone de una vasija tipo Tláloc, es decir, que muestra las características de este numen como son las anteojeras y las bigoteras, así como por dos collares, uno con seis conchas y el otro con ocho cuentas de piedra verde.
El arqueólogo Luis César Rosas Hernández, encargado de los trabajos de la puesta en valor de este sitio precolombino, informó que la ofrenda a Tláloc podría tener más de dos mil años de antigüedad, y correspondería al periodo Clásico (100 a.C. – 700 d.C.); además hace suponer que el basamento prehispánico que se halla en la cúspide de esta elevación, estuvo destinado a la veneración de esta deidad.
El depósito, dijo, se exploró durante labores desarrolladas en el basamento del denominado Grupo C (60 m de largo y 15 m de alto) que se distribuye en la parte más alta del Cerro del Venado; ahí, en la edificación conocida como “El Picacho”, entre su fachada norte y unas trincheras que fueron habilitadas hace 100 años por los zapatistas durante la Revolución, se encontró una estructura adosada al templo rectangular que alguna vez coronó al edificio.
“Dentro de la estructura adosada al templo rectangular encontramos la ofrenda, cuyos collares que acompañan la vasija Tláloc están compuestos de elementos vinculados al mundo acuático, como las conchas y la piedra verde (serpentina). Aunque todavía es prematuro datar con exactitud este contexto, es claro que la veneración a Tláloc se dio a partir de la época Clásica, no antes”, abundó.
De hecho, la posición estratégica de Chimalacatlán, en los límites con el estado de Guerrero y bordeado por los diferentes afluentes del río Balsas (Nexapa, Chalma, Cuautla y Amacuzac), permitió a su antigua población dedicarse a la extracción y procesamiento de piedra verde, apreciada por las civilizaciones mesoamericanas como una gran joya.
Nueve años de trabajos en este asentamiento prehispánico —que se ubica al sur de Morelos, en el municipio de Tlaquitenango—, bajo la responsabilidad del arqueólogo Mario Córdova Tello, han permitido comprender que Chimalacatlán (que en náhuatl significa “Donde abundan los escudos de carrizo”) trasladaba productos a lo largo del hoy estado de Morelos hacia los territorios que actualmente ocupan las entidades de Guerrero, Puebla, Estado de México y la Cuenca de México.
Mario Córdova, delegado del INAH en Morelos, explicó que si bien la ocupación humana en la zona se remonta a 1,200 a.C. y hasta principios del siglo XVI, esto no significa una permanencia continua, por el contrario, durante más de dos mil años Chimalacatlán tuvo momentos de abandono y reocupaciones, por grupos de diferente filiación étnica.
“Las evidencias más tempranas que hemos ubicado en este sitio son de la época olmeca, es decir, del periodo Preclásico Medio, entre 800 y 500 a.C. Mientras que su cancha de juego de pelota, algunas figurillas y tipos cerámicos, muestran influencia vinculada al apogeo de Teotihuacan, en el Clásico (100 a.C. - 700 d.C.).
“Asimismo, en Chimalacatlán se han hallado piezas arqueológicas que muestran semejanza con materiales de Xochicalco, que corresponden al periodo Epiclásico (700 - 900 d.C.). Recientemente el arqueólogo Luis César Rosas Hernández también ha localizado cerámica del Posclásico (1300-1521 d.C.), lapso de influencia por parte de los mexicas en el centro de México”.
Parece ser que la zona arqueológica de Chimalacatlán se edificó desde la parte media de los cerros hacia la cúspide. En la sección central se han detectado unidades habitacionales, así como áreas de trabajo especializadas. En la parte alta se levantaron los edificios de carácter cívico-religioso, como templos, plazas y la cancha del juego de pelota.
“En el Cerro del Venado (donde estructuras monumentales se distribuyen sobre una superficie de 4 hectáreas), así como la aledaña Mesa del Venado, sus antiguos habitantes construyeron una serie de plataformas sobre la cuales edificaron palacios, calzadas, basamentos piramidales y templos. Toda esta área se hallaba en un proceso de construcción, pero hubo momentos de cambios drásticos, de manera que se vio interrumpido”, continuó Mario Córdova.
De acuerdo con el arqueólogo Luis César Rosas, en 2010 se trabajó en la restauración de la estructura denominada B1, que se compone de plataformas megalíticas de gran magnitud, mismas que se pueden ver desde la población cercana de Chimalacatlán. Las dimensiones de estos antiguos edificios —de 70 metros de largo y una altura promedio de 7 metros—, se alcanzaron mediante el uso de sillares o piedras rectangulares de tamaño considerable, en caso extremo, de 2.25 m por 50 cm de alto y 50 cm de grosor.
Asimismo, en la sección del sitio arqueológico conocida como Grupo C, además del hallazgo de la estructura adosada al templo rectangular y la ofrenda a Tláloc, se encontró otra estructura en forma de espiral, la cual mide casi 6 metros de diámetro y gran parte de sus cimientos fueron hechos con piedra roja.
Actualmente, los trabajos de puesta en valor de este sitio arqueológico, que se proyecta abrir a la visita pública el año entrante, se realizan a través del Programa de Empleo Temporal (PET), impulsado por la Secretaría de Desarrollo Social y el INAH, con la participación de 90 personas del poblado de Chimalacatlán.
Estas labores, añadió el arqueólogo Mario Córdova, tienen tres objetivos: restaurar las fachadas sur y oriente del denominado Conjunto C1, así como la sur de la estructura B1. En tanto que también se trabajará en el primer edificio del Grupo A, el cual tiene un patio, una estructura circular en su parte alta, y en su costado oriente tiene algunos túneles que posiblemente sirvieron como drenajes.
El delegado del INAH en Morelos hizo hincapié en que el aislamiento de este sitio que se halla dentro de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Huautla —dominada por la selva baja caducifolia—, lo convierte en un gran atractivo para la visita, de ahí que se prevé abrirlo formalmente en 2012.
No obstante, concluyó Córdova Tello, se planea generar un modelo que sea redituable a la comunidad, de forma que los pobladores conduzcan a los visitantes mediante el uso de animales de carga, como caballos o burros. En ese sentido, la infraestructura será básica, aunque existe toda una propuesta de circulación por el sitio.
“Tenemos que respetar el ecosistema de la Sierra de Huatla y empatarlo con el conocimiento de la zona arqueológica. Se trata de hacer compatible lo ambiental y lo monumental, con la participación de la comunidad”.