Mexicana encuentra nanopartículas metálicas en corazones de niños y jóvenes expuestos a contaminación
(15/07/20) Antimio Cruz. Nanopartículas metálicas provenientes del tráfico vehicular y de la industria fueron localizadas en tejido de corazones de niños y adultos jóvenes por la mexicana Lilian Calderón Garcidueñas, investigadora de la Universidad del Valle de México (UVM) y de la Universidad de Montana, en Estados Unidos. Esta presencia de metales compromete la función mitocondrial e incrementa de manera muy importante el estrés oxidativo cardiaco.
Las mitocondrias son orgánulos celulares encargados de suministrar la mayor parte de la energía necesaria para la respiración celular.
La investigación lleva por nombre ‘Nanopartículas de contaminación del aire ricas en hierro: un factor de riesgo ambiental no reconocido para la disfunción mitocondria miocárdica y el estrés oxidativo cardíaco’, y fue publicada en la revista científica Environmental Research.
La doctora Calderón Garcidueñas explicó que para llegar a estos resultados se examinó el tejido ventricular izquierdo postmortem de 63 niños y adultos jóvenes, residentes de la Ciudad de México, en donde se encontraron partículas sólidas de tamaños inferiores a 2.5 micras (PM2.5), en cantidades que exceden los estándares de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés).
Los hallazgos de la científica mexicana indican que la presencia, dentro de organelos celulares, de partículas metálicas excesivamente pequeñas, que miden 100 nanómetros —es decir una diezmilésima de milímetro—, es un grave factor de riesgo para el desarrollo temprano de daño miocárdico en las poblaciones expuestas que residen en la Ciudad de México.
Energía celular
El daño a las mitocondrias es catastrófico y les impide realizar sus labores normales de producción de energía para el adecuado funcionamiento de las células. En un órgano tan dinámico como el corazón, el daño a las mitocondrias de sus células se traducirá en hipertrofia de las células miocárdicas del endotelio, inflamación, trombosis y muerte celular, donde nada puede reemplazar a las células miocárdicas.
Los resultados de este estudio revelaron la abundante presencia de nanopartículas redondeadas, densas en electrones, en el ventrículo izquierdo y los hallazgos se encuentran incluso en niños de tres años de edad, residentes de la Ciudad de México. Estas minúsculas partículas son fuertemente magnéticas, por su contenido en magnetita y maghemita.
Calderón indicó que la importancia del magnetismo de estas nanopartículas radica en el hecho de que, frente a un campo magnético, tienen capacidad de moverse y atravesar membranas celulares, causando daños potencialmente severos. Sabemos que el rango de exposición diaria a campos magnéticos en extenso y va desde el uso de secadores de pelo, hornos de microondas, teléfonos celulares, monitores de las computadoras hasta exposiciones ocupacionales como soldadores y trabajadores expuestos a cables y torres de alta tensión, transmisoras de radio, televisión y telefonía celular.
“Por lo tanto, es imprescindible reducir o quitar el uso de aparatos electrónicos en las edades tempranas, sobre todo porque desde la niñez se ha incrementado su uso”, advirtió.
Agregó que las nanopartículas mitocondriales son indistinguibles de las prolíficas nanopartículas ricas en hierro, derivadas de la combustión y de la fricción, prolíficas en entornos urbanos, en carretera, emitidas por el tráfico y por fuentes industriales.
En su artículo la doctora. Calderón detalla que la exposición a corto plazo a partículas de menos de 2.5 micras o PM2.5 aumenta el riesgo de infarto agudo de miocardio hasta en un 5 por ciento, mientras que las exposiciones a largo plazo conllevan un mayor riesgo (20 por ciento) de eventos cardiovasculares, mientras que la exposición a concentraciones ambientales más altas de PM2.5 también se ha relacionado específicamente con el desarrollo de placas coronarias de alto riesgo.
Calderón consideró que es imprescindible que los niños realicen ejercicio en ambientes cerrados, evitar actividad física al aire libre, reducir o evitar el uso de aparatos electrónicos, aumentar los tiempos de lectura, ya que esto permite tener una reserva cognitiva, tomar Vitamina D, una dieta balanceada con abundantes verduras, nueces, almendras, pescados, carne roja en cantidades moderadas, aceite de oliva y evitar bebidas con fructosa y bebidas energéticas.