Descubren huellas humanas de 25 mil años de antigüedad, en Chihuahua.
Texto: Comunicado INAH. Fotos: Antropólogo José Concepción Jiménez
Cinco huellas de pies humanos, cuya antigüedad se calcula entre 4 mil 500 y 25 mil años, fueron descubiertas en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua. Estos rastros podrían corresponder a los primeros hombres que poblaron esa región que hoy se conoce como el norte de México.
Se trata de las primeras huellas humanas que se localizan en el estado de Chihuahua, y de verificarse su antigüedad, se sumarían a las pocas impresiones de primeros pobladores del continente americano que se conservan en México, particularmente en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y en un rancho de Sonora.
Las pisadas corresponden a tres adultos y un niño que probablemente vivieron en las cuevas que se hallan en un paraje de la sierra, en el Valle de Ahuatos, a ocho kilómetros del poblado de Creel, en Chihuahua.
De acuerdo con los análisis morfoscópicos o de forma, la huella 1, por su longitud de 26 centímetros, corresponde al pie derecho de un adulto de sexo masculino; en tanto que la huella 2 es del pie izquierdo de otro adulto, sin embargo por ser la menos definida se ha dificultado la identificación del sexo de la persona que la dejó. La pisada 3 es de un infante de 3 a 4 años de edad y corresponde al pie derecho con una longitud de 17 centímetros.
Las improntas 4 y 5 son de otro adulto y representan el único par que corresponde a la misma persona, mismas que se encontraron a dos metros de distancia de la huella 1; la pisada del pie izquierdo (huella 4) tiene una longitud de 23.7 centímetros, en tanto que el derecho (huella 5) mide 24.5 centímetros, una de las particularidades de estas dos pisadas es que tienen seis dedos, lo que puede deberse a una malformación.
El antropólogo José Concepción Jiménez dijo que el hallazgo de las huellas humanas se logró a partir de un correo que hizo llegar un habitante de Chihuahua, al Seminario del Hombre Temprano en México, para avisar de la existencia de huellas humanas antiguas, impresas en el Valle de Ahuatos, en el municipio de Bocoyna.
“Acudimos a realizar exploraciones de superficie para verificar la información y no encontrábamos las impresiones, costó mucho trabajo dar con ellas porque no es fácil su identificación.
“Después de varias búsquedas las encontramos en un arroyo que corre en la pendiente de un paraje de aproximadamente mil metros cuadrados. Las improntas se ubicaron en un área de aproximadamente dos metros dentro del riachuelo, en el cual el agua sólo fluye en temporada de lluvias, y el resto del año está seco”.
El antropólogo señaló que con la finalidad de descartar o detectar la presencia de más pisadas humanas en lugares cercanos, se hicieron recorridos de superficie abarcando una extensión de 50 kilómetros.
No se encontraron más, pero en el área cercana a las huellas se descubrieron otras evidencias de ocupación humana en el valle, particularmente un área con rastros de campamentos primitivos, lo que ha dado pie para que la antropología advierta presencia humana desde épocas remotas como el Pleistoceno (12,000 años antes de nuestra era).
Asimismo, en los abrigos rocosos que circundan el valle, dentro de una extensión de 50 kilómetros, se encontraron cinco cuevas con vestigios, entre las que destacan tres que tienen en su interior pinturas rupestres sobrepuestas, las cuales, de acuerdo con la etnohistoriadora Gabriela Salas, del equipo de investigación, se ha determinado que fueron hechas en tres periodos: precerámico, prehispánico y colonial, lo que da constancia de una larga ocupación humana en el Valle de Ahuatos.
Las huellas, pinturas y materiales arqueológicos fueron localizadas por el antropólogo físico José Concepción Jiménez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), quien informó que “estos descubrimientos son de gran relevancia para el estudio de los primeros pobladores en América, porque indican que en este paraje de la Sierra Tarahumara se asentaron algunos de los primeros grupos humanos que llegaron a esta parte del continente que hoy se conoce como Chihuahua”.
El coordinador del Proyecto El Hombre Temprano en México, de la Dirección de Antropología Física del INAH, dijo que tal hipótesis deriva de la existencia de un campamento primitivo, localizado a kilómetro y medio del riachuelo donde se descubrieron las huellas humanas.
Dicho sitio tiene una roca de más de dos metros de altura con un bicelado en un costado y una cerca circular de piedras de menor tamaño —también con evidencias de haber sido trabajadas por el hombre—.
José Concepción Jiménez explicó que por lo que toca a las manifestaciones rupestres que hay en las cuevas, por la iconografía “claramente se pueden identificar las que corresponden a la época más remota o precerámica, que son aquellas plasmadas en colores rojo y amarillo con representaciones de líneas, círculos y grecas en zigzag, similares a otras localizadas en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y que corresponden a grupos de los primeros pobladores del norte de México”.
En estas oquedades, añadió, también se encontraron restos de hollín producido por fogones y morteros, a modo de hoyos que se tallaron en las rocas, para moler alimentos.
El antropólogo físico del INAH abundó que en la entrada de las cuevas se identificó otra serie de hoyos de 25 centímetros de diámetro por 1.30 de profundidad, que pudieron servir para guardar comestibles; además de otros más pequeños cavados en círculo, que posiblemente se ocuparon para clavar postes de madera.
El especialista puntualizó que es necesario hacer estudios de laboratorio para fechar con exactitud las huellas humanas, pinturas y el resto de materiales arqueológicos encontrados, de modo que se tomaron muestras de sedimentos, tierra y pigmentos. Hasta el momento las posibles épocas en que fue ocupada esta región se ha calculado por analogía con vestigios encontrados en otros sitios de la región, y en el caso de la pintura a partir de su iconografía.
El antropólogo Jiménez advirtió que es muy difícil fechar hoyos y morteros porque las culturas de la sierra acostumbran reutilizar sus construcciones; se trata de grupos que en determinado momento se iban del lugar donde habitaban pero después regresaban.
“Es muy probable que los morteros los hayan hechos los primeros grupos humanos que poblaron el valle, ya que son similares a los encontrados en casi todo América, elaborados por grupos nómadas; es posible que épocas más tarde los tarahumaras los hallan reutilizado, incluso hasta la actualidad, porque en la sierra ocurre eso, de modo que es muy difícil decir con certeza qué grupo dio inicio a esta infraestructura primitiva y dar temporalidades.
“En tanto que los hoyos para clavar postes es más probable que los hicieran grupos tarahumaras prehispánicos. Se tendrán que hacer estudios in situ para definir el tipo de tecnología utilizada, es decir, cómo hicieron los socavones y demostrar con qué herramientas, para determinar a qué época corresponden”, concluyó.
Cinco huellas de pies humanos, cuya antigüedad se calcula entre 4 mil 500 y 25 mil años, fueron descubiertas en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua. Estos rastros podrían corresponder a los primeros hombres que poblaron esa región que hoy se conoce como el norte de México.
Se trata de las primeras huellas humanas que se localizan en el estado de Chihuahua, y de verificarse su antigüedad, se sumarían a las pocas impresiones de primeros pobladores del continente americano que se conservan en México, particularmente en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y en un rancho de Sonora.
Las pisadas corresponden a tres adultos y un niño que probablemente vivieron en las cuevas que se hallan en un paraje de la sierra, en el Valle de Ahuatos, a ocho kilómetros del poblado de Creel, en Chihuahua.
De acuerdo con los análisis morfoscópicos o de forma, la huella 1, por su longitud de 26 centímetros, corresponde al pie derecho de un adulto de sexo masculino; en tanto que la huella 2 es del pie izquierdo de otro adulto, sin embargo por ser la menos definida se ha dificultado la identificación del sexo de la persona que la dejó. La pisada 3 es de un infante de 3 a 4 años de edad y corresponde al pie derecho con una longitud de 17 centímetros.
Las improntas 4 y 5 son de otro adulto y representan el único par que corresponde a la misma persona, mismas que se encontraron a dos metros de distancia de la huella 1; la pisada del pie izquierdo (huella 4) tiene una longitud de 23.7 centímetros, en tanto que el derecho (huella 5) mide 24.5 centímetros, una de las particularidades de estas dos pisadas es que tienen seis dedos, lo que puede deberse a una malformación.
El antropólogo José Concepción Jiménez dijo que el hallazgo de las huellas humanas se logró a partir de un correo que hizo llegar un habitante de Chihuahua, al Seminario del Hombre Temprano en México, para avisar de la existencia de huellas humanas antiguas, impresas en el Valle de Ahuatos, en el municipio de Bocoyna.
“Acudimos a realizar exploraciones de superficie para verificar la información y no encontrábamos las impresiones, costó mucho trabajo dar con ellas porque no es fácil su identificación.
“Después de varias búsquedas las encontramos en un arroyo que corre en la pendiente de un paraje de aproximadamente mil metros cuadrados. Las improntas se ubicaron en un área de aproximadamente dos metros dentro del riachuelo, en el cual el agua sólo fluye en temporada de lluvias, y el resto del año está seco”.
El antropólogo señaló que con la finalidad de descartar o detectar la presencia de más pisadas humanas en lugares cercanos, se hicieron recorridos de superficie abarcando una extensión de 50 kilómetros.
No se encontraron más, pero en el área cercana a las huellas se descubrieron otras evidencias de ocupación humana en el valle, particularmente un área con rastros de campamentos primitivos, lo que ha dado pie para que la antropología advierta presencia humana desde épocas remotas como el Pleistoceno (12,000 años antes de nuestra era).
Asimismo, en los abrigos rocosos que circundan el valle, dentro de una extensión de 50 kilómetros, se encontraron cinco cuevas con vestigios, entre las que destacan tres que tienen en su interior pinturas rupestres sobrepuestas, las cuales, de acuerdo con la etnohistoriadora Gabriela Salas, del equipo de investigación, se ha determinado que fueron hechas en tres periodos: precerámico, prehispánico y colonial, lo que da constancia de una larga ocupación humana en el Valle de Ahuatos.
Las huellas, pinturas y materiales arqueológicos fueron localizadas por el antropólogo físico José Concepción Jiménez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), quien informó que “estos descubrimientos son de gran relevancia para el estudio de los primeros pobladores en América, porque indican que en este paraje de la Sierra Tarahumara se asentaron algunos de los primeros grupos humanos que llegaron a esta parte del continente que hoy se conoce como Chihuahua”.
El coordinador del Proyecto El Hombre Temprano en México, de la Dirección de Antropología Física del INAH, dijo que tal hipótesis deriva de la existencia de un campamento primitivo, localizado a kilómetro y medio del riachuelo donde se descubrieron las huellas humanas.
Dicho sitio tiene una roca de más de dos metros de altura con un bicelado en un costado y una cerca circular de piedras de menor tamaño —también con evidencias de haber sido trabajadas por el hombre—.
José Concepción Jiménez explicó que por lo que toca a las manifestaciones rupestres que hay en las cuevas, por la iconografía “claramente se pueden identificar las que corresponden a la época más remota o precerámica, que son aquellas plasmadas en colores rojo y amarillo con representaciones de líneas, círculos y grecas en zigzag, similares a otras localizadas en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y que corresponden a grupos de los primeros pobladores del norte de México”.
En estas oquedades, añadió, también se encontraron restos de hollín producido por fogones y morteros, a modo de hoyos que se tallaron en las rocas, para moler alimentos.
El antropólogo físico del INAH abundó que en la entrada de las cuevas se identificó otra serie de hoyos de 25 centímetros de diámetro por 1.30 de profundidad, que pudieron servir para guardar comestibles; además de otros más pequeños cavados en círculo, que posiblemente se ocuparon para clavar postes de madera.
El especialista puntualizó que es necesario hacer estudios de laboratorio para fechar con exactitud las huellas humanas, pinturas y el resto de materiales arqueológicos encontrados, de modo que se tomaron muestras de sedimentos, tierra y pigmentos. Hasta el momento las posibles épocas en que fue ocupada esta región se ha calculado por analogía con vestigios encontrados en otros sitios de la región, y en el caso de la pintura a partir de su iconografía.
El antropólogo Jiménez advirtió que es muy difícil fechar hoyos y morteros porque las culturas de la sierra acostumbran reutilizar sus construcciones; se trata de grupos que en determinado momento se iban del lugar donde habitaban pero después regresaban.
“Es muy probable que los morteros los hayan hechos los primeros grupos humanos que poblaron el valle, ya que son similares a los encontrados en casi todo América, elaborados por grupos nómadas; es posible que épocas más tarde los tarahumaras los hallan reutilizado, incluso hasta la actualidad, porque en la sierra ocurre eso, de modo que es muy difícil decir con certeza qué grupo dio inicio a esta infraestructura primitiva y dar temporalidades.
“En tanto que los hoyos para clavar postes es más probable que los hicieran grupos tarahumaras prehispánicos. Se tendrán que hacer estudios in situ para definir el tipo de tecnología utilizada, es decir, cómo hicieron los socavones y demostrar con qué herramientas, para determinar a qué época corresponden”, concluyó.