El siglo XXI no es para los individualistas: José de la Herrán, ganador del Premio Crónica 2011 en Ciencia y Tecnología
Texto: Antimio Cruz Foto:Alonso Gallegos, UNAM La ciencia, la técnica y la tecnología pueden ayudar a resolver muchos problemas, pero para que todo un país solvente sus problemas apoyado en conocimientos hay que cumplir varios pasos: tener educación actualizada, saber convertir el saber en acción y aprender a trabajar el equipo pues el tamaño de los desafíos es tan grande que ningún individuo podría resolverlos solo.
Así reflexiona José Antonio Ruiz de la Herrán, inventor, pionero de la divulgación de la ciencia y ganador del Premio Crónica 2011 en la categoría de Ciencia y Tecnología.
Espigado, robusto y con ojos atentos, este hombre que vivió su infancia en los años 30 del siglo XX, en la única casa construida junto a la planta de transmisión de la estación de radio XEW, hoy opina que el conocimiento por sí mismo no sirve si no se puede comunicar y si no se puede poner en marcha en grupos.
“En el siglo XXI ya no se puede ser individualista, hay que trabajar en equipo. Todo lo que se hace actualmente es sumamente complicado y requiere de una cantidad de sabiduría que no puede almacenar una sola persona, por eso hay que formar equipos de trabajo y para ello hay que aprender a convivir y a comunicarnos si problemas. Este es un elemento muy importante para el progreso del país”, comenta el ingeniero que construyó el primer transmisor de la estación de radio XEQ y que también construyó las primeras cámaras de televisión hechas en México, en los albores de ese medio masivo.
“Desde mi punto de vista, una cosa muy importante para México es aprender a convivir. Sabemos vivir, pero no sabemos convivir todavía, como especie humana. Es increíble que, con los adelantos científicos, técnicos y tecnológicos que hubo en el siglo pasado, todavía no entendamos cómo es que podemos convivir pacífica y armónicamente. Sería muy importante que en las universidades, pero empezando desde las primarias se enseñara a convivir a los seres humanos. Esto es la clave para poder resolver cualquiera de los grandes retos que enfrenta nuestro país y nuestra especie”, añadió.
Infancia es destino
El interés del ingeniero Ruiz de la Herrán en la ciencia y la técnica surgió de sus primeros de vida, cuando acompañaba y ayudaba a su padre a dar mantenimiento a la antena de transmisión de la XEW, que se encontraba a las afueras de la ciudad de México, entre los campos sembrados de alfalfa y maíz en Coapa. Ahí comenzó a interesarse por la electricidad, la radio, la ingeniería y por las estrellas.
Su padre era un hombre interesado en la educación del joven Pepe y cada vez que el niño se le hacía preguntas sobre las estrellas o sobre los aparatos que manejaban para transmitir la señal de “La voz de América Latina”, el padre solía ponerse a estudiar en libros que tenía en casa o que mandaba a comprar para poder contestar adecuadamente al niño.
De esa experiencia individual, que años después le permitiría encabezar numerosos proyectos de ingeniería en la iniciativa privada y en la UNAM, nació la convicción del ingeniero José Ruiz de la Herrán de que no puede haber universitarios brillantes si no se cuenta con cimientos sólidos desde la primaria. Y es esa idea la que responde a Crónica cuando se le pregunta cómo puede México ingresar, con ventajas, a la economía del conocimiento.
-- Tener una educación primaria muy sólida es fundamental, cosa que desafortunadamente no tenemos. Y además de ser sólida debe ser moderna. Los niños que salen de la primaria y que se van a la secundaria ya deberían estar conscientes de cómo funciona el mundo en el que están viviendo, cosa que no sucede.
Hay que hacer un gran esfuerzo para que las primarias se pongan al día y, desde luego, las secundarias seguirían inmediatamente el ejemplo y tendríamos entonces, muchachos jóvenes, preparados para entrar a las universidades, pero ya con los conocimientos recientes, no con los del siglo antepasado y las ideas antiguas sino ya viendo hacia el futuro de todos los desarrollos que la ciencia, la técnica y la tecnología pueden hacernos vivir más amablemente— dice el hombre que actualmente vive en la calle de Berlín, muy cerca de los viveros de Coyacán.
Esa es la misma casa donde guardó durante muchos años transmisores, bulbos y telescopios que construyó con sus propias manos y que después donó para la colección del Museo Universitario de Ciencias Universum, del cual es fundador y donde actualmente trabaja.
En esa casa guarda muchos recuerdos de cuando trabajó en la iniciativa privada, en la industria metalúrgica y enseñó cómo usar equipos de radiofrecuencia para templar martillos.
Otra etapa muy importante en su vida fue cuando, en 1970, se le invitó a participar en la construcción de un telescopio de 2 metros de diámetro, en la Sierra de San Pedro Martir, en Baja California. Este proyecto fue todo un reto, pues el telescopio originalmente estaba pensado para tener 1.5 metros de diámetro y aumentar medio metro, no era una labor que se pudiera realizar en México.
Finalmente, con ayuda de algunas empresas y expertos de Estados Unidos, el telescopio de San Pedro Mártir, que pertenece a la UNAM se terminó y aún es uno de los más poderosos del país.
Todo este conocimiento es valioso, dice el ingeniero De la Herrán, pero es más valioso si se puede transmitir.
--Es muy necesario que las personas que han adquirido una experiencia, tanto en saber como en saber hacer, lo comuniquen, lo divulguen. Por eso a mí me interesa tanto la divulgación de la ciencia y la técnica.
“Hay que recordar que la ciencia y la tecnología son disciplinas bastante separadas y distantes, pero las une la técnica y en ese sentido es muy importante que los profesores también estén al día en todos los desarrollos presentes, pero también en los futuros, los que se ve que ya vienen y con este ánimo y este empuje darlo a los estudiantes para que ellos sepan que hay una infinidad de posibilidad en el futuro, que muchas veces no conocen todavía, aún estando en la carrera—, indica el egresado de la Escuela de Ingeniería de la UNAM, cuya sede era el Palacio de Minería.
Cuando se le pregunta si México debería escoger uno o dos campos de desarrollo tecnológico para ser potencia, él dice que no hay que limitarse, hay que apostar por todos, pero partiendo de una educación sólida y contemporánea.
“Cualquiera de los campos nos pude permitir desarrollarnos y tener un México poderoso, un México independiente, porque todos ellos, en conjunto contienen la posibilidad de ser palanca para que este país esté en el primer nivel. La idea central es que las personas tienen que entender que hay que estudiar para ser capaces de aprovechar las ventajas que nos trae la ciencia y la tecnología”
Así reflexiona José Antonio Ruiz de la Herrán, inventor, pionero de la divulgación de la ciencia y ganador del Premio Crónica 2011 en la categoría de Ciencia y Tecnología.
Espigado, robusto y con ojos atentos, este hombre que vivió su infancia en los años 30 del siglo XX, en la única casa construida junto a la planta de transmisión de la estación de radio XEW, hoy opina que el conocimiento por sí mismo no sirve si no se puede comunicar y si no se puede poner en marcha en grupos.
“En el siglo XXI ya no se puede ser individualista, hay que trabajar en equipo. Todo lo que se hace actualmente es sumamente complicado y requiere de una cantidad de sabiduría que no puede almacenar una sola persona, por eso hay que formar equipos de trabajo y para ello hay que aprender a convivir y a comunicarnos si problemas. Este es un elemento muy importante para el progreso del país”, comenta el ingeniero que construyó el primer transmisor de la estación de radio XEQ y que también construyó las primeras cámaras de televisión hechas en México, en los albores de ese medio masivo.
“Desde mi punto de vista, una cosa muy importante para México es aprender a convivir. Sabemos vivir, pero no sabemos convivir todavía, como especie humana. Es increíble que, con los adelantos científicos, técnicos y tecnológicos que hubo en el siglo pasado, todavía no entendamos cómo es que podemos convivir pacífica y armónicamente. Sería muy importante que en las universidades, pero empezando desde las primarias se enseñara a convivir a los seres humanos. Esto es la clave para poder resolver cualquiera de los grandes retos que enfrenta nuestro país y nuestra especie”, añadió.
Infancia es destino
El interés del ingeniero Ruiz de la Herrán en la ciencia y la técnica surgió de sus primeros de vida, cuando acompañaba y ayudaba a su padre a dar mantenimiento a la antena de transmisión de la XEW, que se encontraba a las afueras de la ciudad de México, entre los campos sembrados de alfalfa y maíz en Coapa. Ahí comenzó a interesarse por la electricidad, la radio, la ingeniería y por las estrellas.
Su padre era un hombre interesado en la educación del joven Pepe y cada vez que el niño se le hacía preguntas sobre las estrellas o sobre los aparatos que manejaban para transmitir la señal de “La voz de América Latina”, el padre solía ponerse a estudiar en libros que tenía en casa o que mandaba a comprar para poder contestar adecuadamente al niño.
De esa experiencia individual, que años después le permitiría encabezar numerosos proyectos de ingeniería en la iniciativa privada y en la UNAM, nació la convicción del ingeniero José Ruiz de la Herrán de que no puede haber universitarios brillantes si no se cuenta con cimientos sólidos desde la primaria. Y es esa idea la que responde a Crónica cuando se le pregunta cómo puede México ingresar, con ventajas, a la economía del conocimiento.
-- Tener una educación primaria muy sólida es fundamental, cosa que desafortunadamente no tenemos. Y además de ser sólida debe ser moderna. Los niños que salen de la primaria y que se van a la secundaria ya deberían estar conscientes de cómo funciona el mundo en el que están viviendo, cosa que no sucede.
Hay que hacer un gran esfuerzo para que las primarias se pongan al día y, desde luego, las secundarias seguirían inmediatamente el ejemplo y tendríamos entonces, muchachos jóvenes, preparados para entrar a las universidades, pero ya con los conocimientos recientes, no con los del siglo antepasado y las ideas antiguas sino ya viendo hacia el futuro de todos los desarrollos que la ciencia, la técnica y la tecnología pueden hacernos vivir más amablemente— dice el hombre que actualmente vive en la calle de Berlín, muy cerca de los viveros de Coyacán.
Esa es la misma casa donde guardó durante muchos años transmisores, bulbos y telescopios que construyó con sus propias manos y que después donó para la colección del Museo Universitario de Ciencias Universum, del cual es fundador y donde actualmente trabaja.
En esa casa guarda muchos recuerdos de cuando trabajó en la iniciativa privada, en la industria metalúrgica y enseñó cómo usar equipos de radiofrecuencia para templar martillos.
Otra etapa muy importante en su vida fue cuando, en 1970, se le invitó a participar en la construcción de un telescopio de 2 metros de diámetro, en la Sierra de San Pedro Martir, en Baja California. Este proyecto fue todo un reto, pues el telescopio originalmente estaba pensado para tener 1.5 metros de diámetro y aumentar medio metro, no era una labor que se pudiera realizar en México.
Finalmente, con ayuda de algunas empresas y expertos de Estados Unidos, el telescopio de San Pedro Mártir, que pertenece a la UNAM se terminó y aún es uno de los más poderosos del país.
Todo este conocimiento es valioso, dice el ingeniero De la Herrán, pero es más valioso si se puede transmitir.
--Es muy necesario que las personas que han adquirido una experiencia, tanto en saber como en saber hacer, lo comuniquen, lo divulguen. Por eso a mí me interesa tanto la divulgación de la ciencia y la técnica.
“Hay que recordar que la ciencia y la tecnología son disciplinas bastante separadas y distantes, pero las une la técnica y en ese sentido es muy importante que los profesores también estén al día en todos los desarrollos presentes, pero también en los futuros, los que se ve que ya vienen y con este ánimo y este empuje darlo a los estudiantes para que ellos sepan que hay una infinidad de posibilidad en el futuro, que muchas veces no conocen todavía, aún estando en la carrera—, indica el egresado de la Escuela de Ingeniería de la UNAM, cuya sede era el Palacio de Minería.
Cuando se le pregunta si México debería escoger uno o dos campos de desarrollo tecnológico para ser potencia, él dice que no hay que limitarse, hay que apostar por todos, pero partiendo de una educación sólida y contemporánea.
“Cualquiera de los campos nos pude permitir desarrollarnos y tener un México poderoso, un México independiente, porque todos ellos, en conjunto contienen la posibilidad de ser palanca para que este país esté en el primer nivel. La idea central es que las personas tienen que entender que hay que estudiar para ser capaces de aprovechar las ventajas que nos trae la ciencia y la tecnología”